domingo, 29 de diciembre de 2013

FRAGMENTOS TRAICIONADOS XXI: La caricia más profunda


La caricia más profunda


En su casa no le decían nada, pero cada vez le extrañaba más que no se hubiesen dado cuenta. Al principio podía pasar inadvertido y él mismo pensaba que la alucinación o lo que fuera no iba a durar mucho; pero ahora que ya caminaba metido en la tierra hasta los codos no podía ser que sus padres y sus hermanas no lo vieran y tomaran alguna decisión. Cierto que hasta entonces no había tenido la menor dificultad para moverse, y aunque eso parecía lo más extraño de todo, en el fondo lo que a él lo dejaba pensativo era que sus padres y sus hermanas no se dieran cuenta de que andaba por todos lados metido hasta los codos en la tierra.

Monótono que, como casi siempre, las cosas sucedieran progresivamente, de menos a más. Un día había tenido la impresión de que al cruzar el patio iba llevándose algo por delante, como quien empuja unos algodones. Al mirar con atención descubrió que los cordones de los zapatos sobresalían apenas del nivel de las baldosas. Se quedó tan asombrado que no pudo ni hablar ni decírselo a nadie, temeroso de hundirse bruscamente del todo, preguntándose si a lo mejor el patio se habría ablandado a fuerza de lavarlo, porque su madre lo lavaba todas las mañanas y a veces hasta por la tarde. Después se animó a sacar un pie y a dar cautelosamente un paso; todo anduvo bien, salvo que el zapato volvió a meterse en las baldosas hasta el moño de los cordones. Dio varios pasos más y al final se encogió de hombros y fue hasta la esquina a comprar La Razón porque quería leer la crónica de una película.

En general, evitaba la exageración, y quizás al final hubiera podido acostumbrarse a caminar así, pero unos días después dejó de ver los cordones de los zapatos, y un domingo ni siquiera descubrió la bocamanga de los pantalones. A partir de entonces, la única manera de cambiarse de zapatos y de medias consistió en sentarse en una silla y levantar la pierna hasta apoyar el pie en otra silla o en el borde de la cama. Así conseguía lavarse y cambiarse, pero apenas se ponía de pie volvía a enterrarse hasta los tobillos y de esa manera andaba por todas partes, incluso en las escaleras de la oficina y los andenes de la estación Retiro. Ya en esos primeros tiempos no se animaba a preguntarle a su familia, y ni siquiera a un desconocido de la calle, si le notaban alguna cosa rara; a nadie le gusta que lo miren furtivamente y después piensen que está loco. Parecía obvio que sólo él notaba cómo se iba hundiendo cada vez más, pero lo insoportable (y por eso mismo lo más difícil de decirle a otro) era admitir que hubiera más testigos de esa lenta sumersión. Las primeras horas en que había podido analizar despacio lo que le estaba sucediendo, a salvo en su cama, las dedicó a asombrarse de esa inconcebible alienación frente a su madre, su novia y sus hermanas. Su novia, por ejemplo, ¿cómo no se daba cuenta por la presión de su mano en el codo que él tenía varios centímetros menos de estatura? Ahora estaba obligado a empinarse para besarla cuando se despedían en una esquina, y en ese momento en que sus pies se enderezaban sentía palpablemente que se hundía un poco más, que resbalaba más fácilmente hacia lo hondo, y por eso la besaba lo menos posible y se despedía con una frase amable y liviana que la desconcertaba un poco; acabó por admitir que su novia debía ser muy tonta para no quedarse de una pieza y protestar por ese frívolo tratamiento. En cuanto a sus hermanas, que nunca lo habían querido, tenían una oportunidad única para humillarlo ahora que apenas les llegaba al hombro, y sin embargo seguían tratándolo con esa irónica amabilidad que siempre habían creído tan espiritual. Nunca pensó demasiado en la ceguera de sus padres porque de alguna manera siempre habían estado ciegos para con sus hijos, pero el resto de la familia, los colegas, Buenos Aires, seguían ahí y lo veían. Pensó lógicamente que todo era ilógico, y la consecuencia rigurosa fue una chapa de bronce en la calle Serrano y un médico que le examinó las piernas y la lengua, lo xilofonó con su martillito de goma y le hizo una broma sobre unos pelos que tenía en la espalda. En la camilla todo era normal, pero el problema recomenzaba al bajarse; se lo dijo, se lo repitió. Como si condescendiera, el médico se agachó para palparle los tobillos bajo tierra; el piso de parquet debía ser transparente e intangible para él porque no sólo le exploró los tendones y las articulaciones sino que hasta le hizo cosquillas en el empeine. Le pidió que se acostara otra vez en la camilla y le auscultó el corazón y los pulmones; era un médico caro y desde luego empleó concienzudamente una buena media hora antes de darle una receta con calmantes y el consabido consejo de cambiar de aire por un tiempo. También le cambió un billete de diez mil pesos por seis de mil.

Después de cosas así no le quedaba otro camino que seguir aguantándose, ir al trabajo todas las mañanas y empinarse desesperadamente para alcanzar los labios de su novia y el sombrero en la percha de la oficina. Dos semanas más tarde ya estaba metido en la tierra hasta las rodillas, y una mañana, al bajarse de la cama, sintió de nuevo como si estuviera empujando suavemente unos algodones, pero ahora los empujaba con las manos y se dio cuenta de que la tierra le llegaba hasta la mitad de los muslos. Ni siquiera entonces pudo notar nada raro en la cara de sus padres o de sus hermanas, aunque hacía tiempo que los observaba para sorprenderles en plena hipocresía. Una vez le había parecido que una de sus hermanas se agachaba un poco para devolverle el frío beso en la mejilla que cambiaban al levantarse, y sospechó que habían descubierto la verdad y que disimulaban. No era así; tuvo que seguir empinándose cada vez más hasta el día en que la tierra le llegó a las rodillas, y entonces dijo algo sobre la tontería de esos saludos bucales que no pasaban de reminiscencias de salvajes, y se limitó a los buenos días acompañados de una sonrisa. Con su novia hizo algo peor, consiguió arrastrarla a un hotel y allí, después de ganar en veinte minutos una batalla contra dos mil años de virtud, la besó interminablemente hasta el momento de volver a vestirse; la fórmula era perfecta y ella no pareció reparar en que él se mantenía distante en los intervalos. Renunció al sombrero para no tener que colgarlo en la percha de la oficina; fue hallando una solución para cada problema, modificándolas a medida que seguía hundiéndose en la tierra, pero cuando le llegó a los codos sintió que había agotado sus recursos y que de alguna manera sería necesario pedir auxilio a alguien.

Llevaba ya una semana en cama fingiendo una gripe; había conseguido que su madre se ocupara todo el tiempo de él y que sus hermanas le instalaran el televisor a los pies de la cama. El cuarto de baño estaba al lado, pero por las dudas sólo se levantaba cuando no había nadie cerca; después de esos días en que la cama, balsa de náufragos, lo mantenía enteramente a flote, le hubiera resultado más inconcebible que nunca ver entrar a su padre y que no se diera cuenta de que apenas le asomaba el tronco del piso y que para llegar al vaso donde se ponían los cepillos de los dientes tenía que encaramarse al bidé o al inodoro. Por eso se quedaba en cama cuando sabía que iba a entrar alguien, y desde ahí telefoneaba a su novia para tranquilizarla. Imaginaba de a ratos, como en una ilusión infantil, un sistema de camas comunicantes que le permitieran pasar de la suya a esa otra donde lo esperaría su novia y de ahí a una cama en la oficina y otra en el cine y en el café, un puente de camas por encima de la tierra de Buenos Aires. Nunca se hundiría del todo en esa tierra mientras con ayuda de las manos pudiera treparse a una cama y simular una bronquitis.

Esa noche tuvo una pesadilla y se despertó gritando con la boca llena de tierra; no era tierra, apenas saliva y mal gusto y espanto. En la oscuridad pensó que si se quedaba en la cama podría seguir creyendo que eso no había sido más que una pesadilla, pero que bastaría ceder por un solo segundo a la sospecha de que en plena noche se había levantado para ir al baño y se había hundido hasta el cuello en el piso, para que ni siquiera la cama pudiera protegerlo de lo que iba a venir. Se convenció poco a poco de que había soñado porque en realidad era así, había soñado que se levantaba en la oscuridad, y sin embargo cuando tuvo que ir al baño esperó a estar solo y se pasó a una silla, de la silla a un taburete, desde el taburete adelantó la silla, y así alternando llegó al baño y se volvió a la cama; daba por supuesto que cuando se olvidara de la pesadilla podría levantarse otra vez, y que hundirse tan sólo hasta la cintura sería casi agradable por comparación con lo que acababa de soñar.

Al día siguiente se vio obligado a hacer la prueba porque no podía seguir faltando a la oficina. Desde luego el sueño había sido una exageración puesto que en ningún momento le entró tierra en la boca, el contacto no pasaba de la misma sensación algodonosa del comienzo y el único cambio importante lo percibían sus ojos casi al nivel del piso: descubrió a muy corta distancia una escupidera, sus zapatillas rojas y una pequeña cucaracha que lo observaba con una atención que jamás le habían dedicado sus hermanas o su novia. Lavarse los dientes, afeitarse, fueron operaciones arduas porque el solo hecho de alcanzar el borde del bidé y trepar a fuerza de brazos lo dejó extenuado. En su casa el desayuno se tomaba colectivamente, pero por suerte su silla tenía dos barrotes que le sirvieron de apoyo para encaramarse lo más rápidamente posible. Sus hermanas leían Clarín con la atención propia de todo lector de tan patriótico matutino, pero su madre lo miró un momento y lo encontró un poco pálido por los días de cama y la falta de aire puro. Su padre le dijo que era la misma de siempre y que lo echaba a perder con sus mimos; todo el mundo estaba de buen humor porque el nuevo gobierno que tenían ese mes había anunciado aumentos de sueldos y reajustes de las jubilaciones. “Cómprate un traje nuevo —le aconsejó la madre—, total podés renovar el crédito ahora que van a aumentar los sueldos.” Sus hermanas ya habían decidido cambiar la heladera y el televisor; se fijó en que había dos mermeladas diferentes en la mesa. Se iba distrayendo con esas noticias y esas observaciones, y cuando todos se levantaron para ir a sus empleos él estaba todavía en la etapa anterior a la pesadilla, acostumbrado a hundirse solamente hasta la cintura; de golpe vio muy de cerca los zapatos de su padre que pasaban rozándole la cabeza y salían al patio. Se refugió debajo de la mesa para evitar las sandalias de una de sus hermanas que levantaba el mantel, y trató de serenarse. “¿Se te cayó algo?”, le preguntó su madre. “Los cigarrillos”, dijo él, alejándose lo más posible de las sandalias y las zapatillas que seguían dando vueltas alrededor de la mesa. En el patio había hormigas, hojas de malvón y un pedazo de vidrio que estuvo a punto de cortarle la mejilla; se volvió rápidamente a su cuarto y se trepó a la cama justo cuando sonaba el teléfono. Era su novia que preguntaba si seguía bien y si se encontrarían esa tarde. Estaba tan perturbado que no pudo ordenar sus ideas a tiempo y cuando acordó ya la había citado a las seis en la esquina de siempre, para ir al cine o al hotel según les pareciera en el momento. Se tapó la cabeza con la almohada y se durmió; ni siquiera él se escuchó llorar en sueños.

A las seis menos cuarto se vistió sentado al borde de la cama, y aprovechando que no había nadie a la vista cruzó el patio lo más lejos posible de donde dormía el gato. Cuando estuvo en la calle le costó hacerse a la idea de que los innumerables pares de zapatos que le pasaban a la altura de los ojos no iban a golpearlo y a pisotearlo, puesto que para los dueños de esos zapatos él no parecía estar allí donde estaba; por eso las primeras cuadras fueron un zigzag permanente, un esquive de zapatos de mujer, los más peligrosos por las puntas y los tacos; después se dio cuenta de que podía caminar sin preocuparse tanto, y llegó a la esquina antes que su novia. Le dolía el cuello de tanto alzar la cabeza para distinguir algo más que los zapatos de los transeúntes, y al final el dolor se convirtió en un calambre tan agudo que tuvo que renunciar. Por suerte conocía bien los diferentes zapatos y sandalias de su novia, porque entre otras cosas la había ayudado muchas veces a quitárselos, de modo que cuando vio venir los zapatos verdes no tuvo más que sonreír y escuchar atentamente lo que fuera ella a decirle para responder a su vez con la mayor naturalidad posible. Pero su novia no decía nada esa tarde, cosa bien extraña en ella; los zapatos verdes se habían inmovilizado a medio metro de sus ojos y aunque no sabía por qué tuvo la impresión de que su novia estaba como esperando; en todo caso el zapato derecho se había movido un poco hacia adentro mientras el otro sostenía el peso del cuerpo; después hubo un cambio, el zapato derecho se abrió hacia afuera mientras el izquierdo se afirmaba en el suelo. “Qué calor ha hecho todo el día”, dijo él para abrir la conversación. Su novia no le contestó, y quizá por eso sólo en ese momento, mientras esperaba una respuesta trivial como su frase, se dio cuenta del silencio. Todo el bullicio de la calle, de los tacos golpeando en las baldosas hasta un segundo antes: de golpe nada. Se quedó esperando un poco y los zapatos verdes avanzaron levemente y volvieron a inmovilizarse; las suelas estaban ligeramente gastadas, su pobre novia tenía un empleo mal remunerado. Enternecido, queriendo hacer algo que le probaba su cariño, rascó con dos dedos la suela más estropeada, la del zapato izquierdo; su novia no se movió, como si siguiera esperando absurdamente su llegada. Debía ser el silencio que le daba la impresión de estirar el tiempo, de volverlo interminable, y a la vez el cansancio de sus ojos tan pegados a las cosas iba como alejando las imágenes. Con un dolor insoportable pudo todavía alzar la cabeza para buscar el rostro de su novia, pero sólo vio las suelas de los zapatos a tal distancia que ya ni siquiera se notaban las imperfecciones. Estiró un brazo y luego el otro, tratando de acariciar esas suelas que tanto decían de la existencia de su pobre novia; con la mano izquierda alcanzó a rozarlas; pero ya la derecha no llegaba, y después ninguna de las dos. Y ella, por supuesto, seguía esperando.
 
La vuelta al día en ochenta mundos, tomo II


ACTIVIDADES:

  1. ¿Qué le ocurre, literalmente al personaje del cuento? ¿Qué lo dejaba “pensativo”?
     
  2. Señala los problemas a los que se enfrenta y cómo decide solucionarlo.

  3. ¿Qué sentido metafórico puedes descubrir en lo que le ocurre al protagonista?

  4. Busca rasgos irónicos en el cuento de Cortázar.

  5. En el relato, ¿aparece la causa del problema que sufre el personaje? ¿qué crees que pretende el autor con ello? Razona tu respuesta.
    Inventa, al menos, tres causas posibles para dicho problema.

  6. ¿Qué significa el silencio de su novia en la última escena? ¿qué relación tiene esa escena con el título del cuento?

  7. ¿A quién le recomendarías este cuento? ¿por qué?

domingo, 24 de noviembre de 2013

FRAGMENTOS TRAICIONADOS XX: EL MITO DE ER, (PLATÓN, LA REPÚBLICA)


Al final de La República, Platón nos presenta un curioso mito, en el que aparece un armenio que volvió de la muerte y contó todo lo que había visto. Entre otras cosas, el mito incluye notas sobre la estructura celeste y también se nos habla de la inmortalidad del alma. Si hemos de dar crédito a las palabras de Er, al morir cada uno de nosotros llega a una gran llanura desde la cual, según haya sido nuestra vida, se nos envía a un periplo por el cielo o bien por la tierra. A la vuelta de este viaje, hemos de escoger cuál será nuestra vida futura.
El texto es el siguiente:
Palabra de la virgen Láquesis, hija de la Necesidad: almas efímeras, éste es el comienzo, para vuestro género mortal, de otro ciclo anudado a la muerte. No os escogerá un demonio sino que vosotros escogeréis un demonio. Que el que resulte por sorteo el primero elija un modo de vida, al cual quedará necesariamente asociado. En cuanto a la excelencia, no tiene dueño, sino que cada uno tendrá mayor o menor parte de ella según la honre o la desprecie; la responsabilidad es del que elige, Dios está exento de culpa”. Tras decir esto, arrojó los lotes entre todos, y cada uno escogió el que le había caído al lado, con excepción de Er, a quien no le fue permitido. A cada uno se le hizo entonces claro el orden en que debía escoger. Después de esto, el profeta colocó en tierra, delante de ellos, los modelos de vida, en número mayor que el de los presentes, y de gran variedad. Había toda clase de vidas animales y humanas: tiranías de por vida, o bien interrumpidas por la mitad, y que terminaban en pobreza, exilio o mendicidad; había vidas de hombres célebres por la hermosura de su cuerpo o por su fuerza en la lucha, o bien por su cuna y por las virtudes de sus antepasados; también las había de hombres oscuros y, análogamente, de mujeres. Pero no había en estas vidas ningún rasgo del alma, porque ésta se volvía inexorablemente distinta según el modo de vida que elegía; mas todo lo demás estaba mezclado entre sí y con la riqueza o con la pobreza, con la enfermedad o con la salud, o con estados intermedios entre éstas. Según parece, allí estaba todo el riesgo para el  hombre, querido Glaucón. Por este motivo se deben desatender los otros estudios y preocuparse al máximo sólo de éste, para investigar y conocer si se puede descubrir y aprender quién lo hará capaz y entendido para distinguir el modo de vida valioso del perverso, y elegir siempre y en todas partes lo mejor en tanto sea posible, teniendo en cuenta las cosas que hemos dicho, en relación con la excelencia de su vida, sea que se las tome en conjunto o separadamente. Ha de saber cómo la hermosura, mezclada con la pobreza o la riqueza o con algún estado del alma, produce el mal o el bien, y qué efectos tendrá el nacimiento noble y plebeyo, la permanencia en lo privado o el ejercicio de cargos públicos, la fuerza y la debilidad, la facilidad y la dificultad de aprender y todas las demás cosas que, combinándose entre sí, existen por naturaleza en el alma o que ésta adquiere; de modo que, a partir de todas ellas, sea capaz de escoger razonando el modo de vida mejor o el peor, mirando a la naturaleza del alma, denominando ‘el peor’ al que la vuelva más injusta, y ‘mejor’ al que la vuelva más justa, renunciando a todo lo demás, ya que hemos visto que es la elección que más importa, tanto en vida como tras haber muerto. Y hay que tener esta opinión de modo firme, como el adamanto, al marchar  al Hades, para ser allí imperturbable ante las riquezas y males semejantes, y para no caer en tiranías y en otras acciones de esa índole con que se producen muchos males e incurables y uno mismo sufre más aún; sino que hay que saber siempre elegir el modo de vida intermedio entre éstos y evitar los excesos en uno u otro sentido, en lo posible, tanto en esta vida como en cualquier otra que venga después; pues es de este modo como el hombre llega a ser más feliz.
Y entonces el mensajero del más allá narró que el profeta habló de este modo: “Incluso para el que llegue último, si elige con inteligencia y vive seriamente, hay una vida con la cual ha de estar contento, porque no es mala. De modo que no se descuide quien elija primero ni se descorazone quien resulte último”. Y contó que, después de estas palabras, aquel a quien había tocado ser el primero fue derecho a escoger la más grande tiranía, y por insensatez y codicia no examinó suficientemente la elección, por lo cual no advirtió que incluía el destino de devorarse a sus hijos y otras desgracias; pero cuando la observó con más tiempo, se golpeó el pecho, lamentándose de su elección, por haber dejado de lado las advertencias del profeta; pues no se culpó a sí mismo de las desgracias, sino al azar, a su demonio y a cualquier otra cosa menos a él mismo. Era uno de los que habían llegado desde el cielo y que en su vida anterior había vivido en un régimen político bien organizado, habiendo tomado parte en la excelencia, pero por hábito y sin filosofía. Y podría decirse que entre los sorprendidos en tales circunstancias no eran los menos los que habían venido del cielo, por cuanto no se habían ejercitado en los sufrimientos. Pero la mayoría de los que procedían de bajo tierra, por haber sufrido ellos mismos y haber visto sufrir a otros, no actuaban irreflexivamente al elegir. Por este motivo, además de por el azar del sorteo, era por lo que se producía para la mayoría de las almas el trueque de males y bienes. Porque si cada uno, cada vez que llegara a la vida de aquí, filosofara sanamente y no le tocara en suerte ser de los últimos, de acuerdo con lo que se relataba acerca del más allá probablemente no sería sólo feliz aquí sino que también haría el trayecto de acá para allá y el regreso de allá para acá no por un sendero áspero y subterráneo, sino por otro liso y celestial. Dijo Er, pues, que era un espectáculo digno de verse, el de cada alma escogiendo modos de vida, ya que inspiraba piedad, risa y asombro, porque en la mayoría de los casos se elegía de acuerdo con los hábitos de la vida anterior. Contó que había visto al alma que había sido de Orfeo eligiendo la vida de un cisne, por ser tal su odio al sexo femenino, a raíz de haber muerto a manos suyas, que no consentía en nacer procreada en una mujer; y que había visto también el alma de Támiras escogiendo la vida de un ruiseñor, y, a su vez, a un cisne que, en su elección, trocaba su modo de vida por uno humano, y del mismo modo con otros animales cantores. Al alma que le tocó en suerte ser la vigésima la vio eligiendo la vida de un león: era la de Ayante Telamonio, que, recordando el juicio de las armas, no quería renacer como hombre. A ésta seguía la de Agamenón, también en conflicto con la raza humana debido a sus padecimientos, que se intercambiaba con una vida de águila. Al alma de Atalanta le tocó en suerte uno de los puestos intermedios, y, luego de ver los grandes honores rendidos a un atleta, ya no pudo seguir de largo sino que los cogió. Después de ésta vio la de Epeo, hijo de Panopeo, que pasaba a la naturaleza de una mujer artesana; y lejos, en los últimos puestos, divisó el alma del hazmerreír Tersites, que se revestía con un cuerpo de mono; y la de Ulises, a quien por azar le tocaba ser la última de todas, que avanzaba para hacer su elección y, con la ambición abatida por el recuerdo de las fatigas pasadas, buscaba el modo de vida de un particular ajeno a los cargos públicos, dando vueltas mucho tiempo; no sin dificultad halló una que quedaba en algún lugar, menospreciada por los demás, y, tras verla, dijo que habría obrado del mismo modo si le hubiera tocado en suerte ser la primera, y la eligió gozosa. Análogamente, los animales pasaban a hombres o a otros animales, transformándose los injustos en salvajes y los justos en mansos; y se efectuaba todo tipo de mezclas. Una vez que todas las almas escogieron su modo de vida, se acercaban a Láquesis en el orden que les había tocado. Láquesis hizo que a cada una la acompañara el demonio que había escogido, como guardián de su vida y ejecutor de su elección. Cada demonio condujo a su alma hasta Cloto, poniéndola bajo sus manos y bajo la rotación del huso que Cloto hacía girar, ratificando así el destino que, de acuerdo con el sorteo, el alma había escogido. (618a y ss)
P

ACTIVIDADES.
  1. Explica en líneas generales el Mito de Er. 
  2. Localiza en el primer párrafo una frase que explique el sentido de este mito.
  3. Explica las palabras del mensajero: “Incluso para el que llegue último, si elige con inteligencia y vive seriamente, hay una vida con la cual ha de estar contento, porque no es mala. De modo que no se descuide quien elija primero ni se descorazone quien resulte último”.
  4. ¿Por qué le primero elige la tiranía?, ¿cuál es la consecuencia de su elección?
  5. Según el texto, ¿quién no elige irreflexivamente?, ¿qué valor juega el sufrimiento en su posición?
  6. ¿Qué elige Orfeo?, ¿te parece razonable su posición?
  7. ¿Qué te parece la elección de Tersites?
  8. ¿Qué te parece la elección de Ulises? Extrae las consecuencias que puedes hacer de dicha elección (¿qué nos quiere decir Platón con esto?).
  9. ¿Qué vida hubieras elegido tú y por qué?

miércoles, 20 de noviembre de 2013

FRAGMENTOS TRAICIONADOS XIX: LO QUE MUEVE EL MUNDO


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LO QUE MUEVE EL MUNDO, por KIRMEN URIBE.

-He sabido lo de tu padre.
-Podía haber sido peor. Al menos está vivo.
-La vida, a veces, tiene estas cosas...
El padre de Robert había sufrido un accidente en la fábrica de tejidos, y uno de sus pulmones había quedado muy afectado. Dejó el trabajo del taller, y ahora se las arreglaba para sacar algo de dinero vendiendo patatas fritas por la calle con la ayuda de un carrito; pero estaba claro que aquello no era suficiente para hacer frente a las necesidades de la familia.
El director Feytmans se levanta de sus silla y se acerca a la ventana. Sigue hablando mientras observa la calle.
-La cuestión es que alguien tendrá que llevar a vuestra casa el pan de cada día.
-Así es- le dice Robert en voz baja, sin moverse de la silla.
-el director del Banco Nacional de Bélgica ha solicitado jóvenes y diligentes. Tú serías muy apropiado para este trabajo.
Cuando salió del despacho, Robert lloró de rabia. Por una parte, iba a tener trabajo
con el que ayudar a su familia. Por otra, desgraciadamente, no podía seguir estudiando, terminar
una carrera universitaria. No iba a poder cumplir aquel sueño que lo acompañaba desde la infancia.
Pero era consciente de que no podía rechazar la propuesta del director.
Tenía que aceptar aquella oferta, sus ambiciones no tenía tanta importancia. Su familia lo necesitaba, y él tenía que atender aquella necesidad. Recordó las largas conversaciones mantenidas con Herman durante los últimos años, surgidas al hilo de sus paseos por los canales.
-Robert, en tu opinión, ¿qué es lo que mueve el mundo? -le preguntó Herman en cierta ocasión-. Según Nietzsche, esa oscura fuerza es el poder; para Marx, se trata de la economía; y, según Freud, es el amor. ¿Quién tiene razón, según tú? ¿Qué es lo que nos hace vivir?
-¿Y a ti qué te parece?- le soltó Robert, a fin de ganar tiempo.
-Estoy de acuerdo con Nietzsche -decidió Herman, con seguridad-. Es el poder lo que mueve el mundo.
-Yo tengo mis dudas -se atrevió a objetar Robert-. Al principio he pensado que esa fuerza
secreta era la economía... Además, ya sabes cuanto admiro a Marx.
-Sí, claro.
-Pero no, Herman. ¡Lo que nos hace vivir es el amor! Esa fuerza profunda es el amor. O eso
quiero creer, al menos. En eso estoy de acuerdo con Freud.
Cuando sale del despacho del director, sin embargo, Robert no sabe qué pensar.

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(Kirmen Uribe, Lo que mueve el mundo,
SEIX BARRAL, Págs. 35, 36).

ACTIVIDADES.

  1. ¿Por qué Robert coincide con el director?, ¿qué circunstancias le llevan a tal coincidencia?
  2. ¿Por qué Robert llora de rabia al salir de su despacho?, ¿comprendes su sufrimiento?
  3. Explica qué mueve el mundo según Marx.
  4. Explica qué mueve el mundo según Nietzsche.
  5. Explica qué mueve el mundo según Freud.
  6. Para ti, ¿quién lleva razón?
  7. Haz una redacción en el que incorpores a los tres autores para responder a lo que plantea el texto: LO QUE MUEVE EL MUNDO.

domingo, 19 de mayo de 2013

FRAGMENTOS TRAICIONADOS XVIII: Historia de un buen brahmín

 
En el curso de mis viajes tropecé con un viejo brahmín, hombre de muy buen juicio, lleno de ingenio y muy sabio; además, era rico, y por lo tanto su juicio era aún mejor; pues, al no carecer de nada, no tenía necesidad de engañar a nadie. Su familia estaba muy bien gobernada por tres hermosas mujeres que se esforzaban por complacerlo; y cuando no se distraía con mujeres, se ocupaba de filosofar.
Cerca de su casa, que era bella, bien adornada y rodeada de jardines encantadores, vivía una vieja india beata, imbécil y bastante pobre.
Cierto día el brahmín me dijo:
-Quisiera no haber nacido.
Le pregunté por qué. Me respondió:
-Hace cuarenta años que estudio, y son cuarenta años perdidos; enseño a los demás y yo lo ignoro todo: esta situación hace que mi alma se sienta tan humillada y asqueada que la vida me resulta insoportable. He nacido, vivo en el tiempo y no sé lo que es el tiempo; me encuentro en un punto entre dos eternidades, como dicen nuestros sabios, y no tengo ni la menor idea de la eternidad. Estoy compuesto de materia; pienso, y jamás he podido llegar a saber lo que produce el pensamiento; ignoro si mi entendimiento es en mí una simple facultad, como la de andar o la de digerir, y si pienso con mi cabeza como cojo las cosas con mis manos. No solamente me es desconocido el principio de mi pensamiento, sino que incluso el principio de mis movimientos me es igualmente ignorado: no sé por qué existo. Sin embargo, todos los días me hacen preguntas acerca de todos esos mundos; y hay que responderlas; no tengo nada interesante que decir; hablo mucho, y después de haber hablado me quedo confuso y avergonzado de mí mismo.
"Lo peor es cuando me preguntan si Brahma fue producido por Visnú o si los dos son eternos. Dios es testigo de que no sé ni una palabra de todo eso, y bien que se ve por mis respuestas. '¡Ah, reverendo padre! (me dicen), explícanos cómo el mal inunda toda la tierra.' Mi ignorancia es igual a la de los que me formulan esta pregunta; a veces les digo que en el mundo todo va del mejor modo posible; pero los que se han arruinado o han sido mutilados en la guerra no me creen, y yo tampoco me lo creo; me retiro a mi casa abrumado por mi curiosidad y mi ignorancia. Leo nuestros antiguos libros y ellos espesan todavía más mis tinieblas. Hablo con mis compañeros: los unos me responden que hay que gozar de la vida y burlarse de los hombres; los otros creen saber algo y se pierden en ideas extravagantes; todo aumenta el sentimiento doloroso que experimento. A veces estoy a punto de caer en la desesperación cuando pienso que, después de tanto estudiar, no sé ni de dónde vengo, ni lo que soy, ni adónde iré, ni lo que será de mí."
El estado de este buen hombre me causó verdadera pena: nadie era más razonable ni más sincero que él. Comprendí que cuantos más conocimientos tenía en su cabeza y más sensibilidad en su corazón, más desgraciado era.
Aquel mismo día vi a la vieja que vivía cerca de su casa; le pregunté si alguna vez se había sentido afligida por no saber cómo estaba hecha su alma. Ella ni siquiera comprendió mi pregunta: en toda su vida nunca había reflexionado ni un momento acerca de una sola de las cuestiones que torturaban al brahmín; creía con toda su alma en las metamorfosis de Visnú, y con tal de poder tener de vez en cuando agua del Ganges para lavarse, se consideraba la más feliz de las mujeres.
Impresionado por la dicha de aquella pobre mujer, volví a visitar a mi filósofo y le dije:
-¿No le avergüenza ser desgraciado cuando a su puerta hay una vieja autómata que no piensa en nada y que vive contenta?.
-Tiene usted razón -me respondió-; cien veces me tengo dicho que yo sería feliz si fuese tan necio como mi vecina; sin embargo, no quisiera semejante felicidad.
Esta respuesta de mi brahmín me produjo mayor impresión que todo lo demás; me examiné a mí mismo y vi que, en efecto, no quisiera ser feliz a condición de ser imbécil.
Propuse el dilema a unos filósofos, que fueron de mi misma opinión.
Y no obstante -decía yo-, hay una escandalosa contradicción en esta manera de pensar; porque, al fin y al cabo, ¿de qué se trata? De ser feliz. ¿Qué importa tener talento o ser necio? Todavía hay más: los que están satisfechos de cómo son, están muy seguros de estar satisfechos; los que razonan, no están tan seguros de razonar bien. Está, pues, bien claro -decía yo- que habría que aspirar a no tener sentido común, por poco que este sentido común contribuya a nuestra infelicidad. Todo el mundo fue de mi parecer, y sin embargo no encontré a nadie que quisiera aceptar el trato de convertirse en imbécil para vivir contento. De lo cual deduje que, aunque apreciamos mucho la felicidad, aún apreciamos más la razón.
Pero, después de haber reflexionado sobre el asunto, me parece que preferir la razón a la felicidad es ser muy insensato. ¿Cómo, pues, puede explicarse esta contradicción? Como todas las demás. Hay aquí materia para hablar muchísimo.

Voltaire, Novelas y cuentos, Planeta

ACTIVIDADES.

  1. Busca información relevante sobre Voltaire.
  2. Busca información sobre la Ilustración francesa, ¿qué papel juega en ella el pensamiento filosófico de Voltaire?
  3. ¿Qué le da pena al narrador del viejo brahmín?
  4. ¿Por qué llega a la siguiente conclusión: "Comprendí que cuantos más conocimientos tenía en su cabeza y más sensibilidad en su corazón, más desgraciado era"? Estás de acuerdo con él.
  5. ¿Crees qué esto tiene algo que ver con la filosofía? 
  6. Recuerda "Los caminos de la felicidad" que leímos en Ética, ¿crees que la filosofía puede enseñar caminos para ser feliz? ¿qué se necesita para conseguir esto?
  7. Haz una redacción con el siguiente verso de D'Ors: LA FELICIDAD CONSISTE EN NO SER FELIZ Y QUE NO TE IMPORTE.

martes, 16 de abril de 2013

FRAGMENTOS TRAICIONADOS XVII: EL MANIFIESTO COMUNISTA

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EL MANIFIESTO COMUNISTA


La historia de toda sociedad hasta nuestros días no ha sido sino la historia de la lucha de clases.

Hombres libres y esclavos, patricios y plebeyos, nobles y siervos, maestros artesanos y jornaleros, en una palabra, opresores y oprimidos, en lucha constante, mantuvieron una guerra ininterrumpida, ya abierta, ya disimulada; una guerra que terminó siempre, bien por una transformación revolucionaria de la sociedad, bien por la destrucción de las dos clases antagónicas.

En las primeras épocas históricas encontramos por todas partes una división jerárquica de la sociedad, una escala gradual de condiciones sociales. En la antigua Roma hallamos patricios, caballeros, plebeyos y esclavos; en la Edad Media, señores feudales, vasallos, maestros, compañeros y siervos, y en cada una de estas clases gradaciones particulares.

La sociedad burguesa moderna, levantada sobre las ruinas de la sociedad feudal, no ha abolido los antagonismos de clase. No ha hecho sino sustituir con nuevas clases a las antiguas, con nuevas condiciones de opresión, con nuevas formas de lucha.

Sin embargo, el carácter distintivo de nuestra época, de la época de la burguesía, es haber simplificado los antagonismo de clases. La sociedad se divide cada vez más en dos grandes campos opuestos, en dos clases directamente enemigas: la burguesía y el proletariado”.

(C. Marx y F. Engels: Manifiesto comunista)

"¿En qué consiste entonces la enajenación del trabajo? Primeramente en que el trabajo es externo al trabajador, es decir, no pertenece a su ser; en que en su trabajo, el trabajador no se afirma, sino que se niega; no se siente feliz, sino desgraciado; no desarrolla una libre energía física y espiritual, sino que mortifica su cuerpo, arruina su espíritu. Por eso el trabajador sólo se siente en sí fuera del trabajo, y en el trabajo, fuera de sí. Está en lo suyo cuando no trabaja y cuando trabaja no está en lo suyo. Su trabajo no es, así, voluntario, sino forzado, trabajo forzado. Por eso no es la satisfacción de una necesidad, sino solamente un medio para satisfacer las necesidades fuera del trabajo. Su carácter extraño se evidencia claramente en el hecho de que tan pronto como no existe una coacción física o de cualquier otro tipo se huye del trabajo como de la peste. El trabajo externo, el trabajo en que el hombre se enajena, es un trabajo de autosacrificio, de ascetismo"  
Marx, "Manuscritos económico-filosóficos"


ACTIVIDADES

  1. A partir del texto anterior, ¿cuáles son los aspectos fundamentales de la teoría desarrollada por Marx y Engels? 
  2. ¿Por qué dan los autores tanta importancia a la lucha de clases? ¿Estás de acuerdo con ellos?
  3.  En los siglos XIX y XX compitieron por ganarse el apoyo de los trabajadores dos teorías revolucionarias que cuestionaban radicalmente el orden social: la que encarnaron Marx y Engels y el anarquismo. Busca y cita algunas de sus diferencias.
  4. Explica con tus palabras qué es la alienación para Marx. Crees que actualmente hay gente alienada en otros ámbitos, ¿cómo y por qué?
  5. Busca información sobre los siguientes conceptos marxistas:   

valor de cambio y valor de uso
revolución
advenimiento del capitalismo  

   6. ¿Crees posible hoy algún tipo de revolución? Razona tu respuesta.

   7. ¿Puede acabarse el capitalismo algún día? Razona tu respuesta.

  8. Haz una redacción, aplicando los conceptos y teorías derivadas de las anteriores actividades, con el siguiente tema: ¿Es posible un cambio político y económico hoy en día? Ventajas y desventajas. 

FRAGMENTOS TRAICIONADOS XVI: SOBRE VERDAD Y MENTIRA EN SENTIDO EXTRAMORAL


En algún apartado rincón del universo centelleante, desparramado en innumerables sistemas solares, hubo una vez un astro en el que animales inteligentes inventaron el conocimiento. Fue el minuto más altanero y falaz de la "Historia Universal": pero, a fin de cuentas, sólo un minuto. Tras breves respiraciones de la naturaleza, el astro se heló y los animales inteligentes hubieron de perecer. Alguien podría inventar una fábula semejante pero, con todo, no habría ilustrado suficientemente cuán lastimoso, cuán sombrío y caduco, cuán estéril y arbitrario es el estado en el que se presenta el intelecto humano dentro de la naturaleza. Hubo eternidades en las que no existía; cuando de nuevo se acabe todo para él no habrá sucedido nada, puesto que para ese intelecto no hay ninguna misión ulterior que conduzca más allá de la vida humana. No es sino humano, y solamente su poseedor y creador lo toma tan patéticamente como si en él girasen los goznes del mundo. Pero, si pudiéramos comunicarnos con la mosca, llegaríamos a saber que también ella navega por el aire poseída de ese mismo pathos, y se siente el centro volante de este mundo. Nada hay en la naturaleza, por despreciable e insignificante que sea, que, al más pequeño soplo de aquel poder del conocimiento, no se infle inmediatamente como un odre; y del mismo modo que cualquier mozo de cuerda quiere tener su admirador, el más soberbio de los hombres, el filósofo, está completamente convencido de que, desde todas partes, los ojos del universo tienen telescópicamente puesta su mirada en sus obras y pensamientos. 
(...).
Solamente mediante el olvido puede el hombre alguna vez llegar a imaginarse que está en posesión de una "verdad" en el grado que se acaba de señalar. Si no se contenta con la verdad en forma de tautología, es decir, con conchas vacías, entonces trocará continuamente ilusiones por verdades. ¿Qué es una palabra? La reproducción en sonidos de un impulso nervioso. Pero inferir además a partir del impulso nervioso la existencia de una causa fuera de nosotros, es ya el resultado de un uso falso e injustificado del principio de razón. ¿Cómo podríamos decir legítimamente, si la verdad fuese lo único decisivo en la génesis del lenguaje, si el punto de vista de la certeza lo fuese también respecto a las designaciones, cómo, no obstante, podríamos decir legítimamente: la piedra es dura, como si además captásemos lo "duro" de otra manera y no solamente como una excitación completamente subjetiva? Dividimos las cosas en géneros, caracterizamos el árbol como masculino y la planta como femenino: ¡qué extrapolación tan arbitraria! ¡A qué altura volamos por encima del canon de la certeza! Hablamos de una "serpiente": la designación cubre solamente el hecho de retorcerse; podría, por tanto, atribuírsele también al gusano. ¡Qué arbitrariedad en las delimitaciones! ¡Qué parcialidad en las preferencias, unas veces de una propiedad de una cosa, otras veces de otra! Los diferentes lenguajes, comparados unos con otros, ponen en evidencia que con las palabras jamás se llega a la verdad ni a una expresión adecuada pues, en caso contrario, no habría tantos lenguajes. La "cosa en sí" (esto sería justamente la verdad pura, sin consecuencias) es totalmente inalcanzable y no es deseable en absoluto para el creador del lenguaje. Éste se limita a designar las relaciones de las cosas con respecto a los hombres y para expresarlas apela a las metáforas más audaces. En primer lugar, ¡un impulso nervioso extrapolado en una imagen! Primera metáfora. ¡La imagen transformada de nuevo en un sonido! Segunda metáfora. Y, en cada caso, un salto total desde una esfera a otra completamente distinta. Se podría pensar en un hombre que fuese completamente sordo y jamás hubiera tenido ninguna sensación sonora ni musical; del mismo modo que un hombre de estas características se queda atónito ante las figuras acústicas de Chladni en la arena, descubre su causa en las vibraciones de la cuerda y jurará entonces que, en adelante, no se puede ignorar lo que los hombres llaman "sonido", así nos sucede a todos nosotros con el lenguaje. Creemos saber algo de las cosas mismas cuando hablamos de árboles, colores, nieve y flores y no poseemos, sin embargo, más que metáforas de las cosas que no corresponden en absoluto a las esencias primitivas. Del mismo modo que el sonido configurado en la arena, la enigmática x de la cosa en sí se presenta en principio como impulso nervioso, después como figura, finalmente como sonido. Por tanto, en cualquier caso, el origen del lenguaje no sigue un proceso lógico, y todo el material sobre el que, y a partir del cual, trabaja y construye el hombre de la verdad, el investigador, el filósofo, procede, si no de las nubes, en ningún caso de la esencia de las cosas.
¿Qué es entonces la verdad? Una hueste en movimiento de metáforas, metonimias, antropomorfismos, en resumidas cuentas, una suma de relaciones humanas que han sido realzadas, extrapoladas y adornadas poética y retóricamente y que, después de un prolongado uso, un pueblo considera firmes, canónicas y vinculantes; las verdades son ilusiones de las que se ha olvidado que lo son; metáforas que se han vuelto gastadas y sin fuerza sensible, monedas que han perdido su troquelado y no son ahora ya consideradas como monedas, sino como metal. 

ACTIVIDADES.
  1. ¿Cómo concibe Nietzsche el conocimiento? ¿cuáles son los principales argumentos de su posición? (Cita el texto para contestar).
  2.   ¿Qué le ocurre al filósofo respecto al conocimiento, según él?
  3. ¿A qué conclusión llega el autor en el segundo párrafo sobre el conocimiento?
  4. Explica con detalle y con tus palabras qué es la verdad para Nietzsche.
  5. Explica la siguiente frase: "Dividimos las cosas en géneros, caracterizamos el árbol como masculino y la planta como femenino: ¡qué extrapolación tan arbitraria!"
  6. Busca información sobre el nihilismo en este autor. 
 

martes, 12 de marzo de 2013

FRAGMENTOS TRAICIONADOS XV. VERANO (Homenaje a un gran amigo).

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La casa al otro lado de la calle tiene nuevos propietarios, una pareja más o menos de su edad con hijos pequeños y un BMW. Él no les presta atención hasta que un día llaman a su puerta.
  • Hola, soy David Truscott, tu nuevo vecino. Me he dejado la lleve dentro de casa y no puedo entrar. ¿Me permitirías llamar por teléfono? –Y entonces, como una ocurrencia tardía-: ¿No te conozco?
Se produce el reconocimiento. En efecto, ambos se conocen. En 1952, David Truscott y él iban a la misma clase de sexto curso en la escuela secundaria Saint Joseph. Él y David Truscott podrían haber avanzado uno al lado del otro durante el resto de la enseñanza media, de no ser porque David no entendía ni papa de álgebra, ni siquiera lo más esencial, que la x, la y y la z estaban allí para liberarte del tedio de la aritmética. David tampoco acabó de manejarse con el latín… con el subjuntivo, por ejemplo. Incluso a edad tan temprana, le parecía evidente que estaría mejor fuera de la escuela, lejos del latín y el álgebra, contando billetes en un banco o vendiendo zapatos.
Pero, a pesar de que le abroncaban continuamente por no comprender las cosas (broncas que él aceptaba aunque de vez en cuando las lágrimas le empañaban las gafas), David persistió en sus estudios, sin duda porque sus padres le obligaban a ello. Pese a las dificultades, se las arregló para superar sexto y luego séptimo y así hasta décimo, y ahora helo aquí, veinte años después, pulcro, vivaz y próspero, y, según se revela, tan absorto en sus asuntos profesionales que por la mañana, al salir de casa para ir a la oficina, se le ha olvidado la llave dentro y, puesto que su mujer se ha llevado a los niños a un fiesta, no puede entrar en su vivienda.
Y a qué te dedicas? —le pregunta a David, más que curioso.
—Al marketing. Trabajo en el grupo Woolworth. ¿Y tú qué haces?
—Pues me encuentro entre una cosa y otra. He dado clases en una universidad de Estados Unidos, y ahora estoy buscando un puesto aquí.
—Bueno, hemos de reunirnos. Deberías venir a tomar una copa, a cambiar impresiones. ¿Tienes hijos?
—Soy un hijo. Quiero decir que vivo con mi padre. Se está haciendo mayor, necesita que cuiden de él. Pero pasa, hombre. El teléfono está ahí.
Así pues, David Truscott, que no entendía la x y la y, es un floreciente experto en marketing, mientras que él, que no tuvo la menor dificultad para entender la x, y la y, junto con otras muchas cosas más, es un desempleado intelectual. ¿Qué indica esto sobre el funcionamiento del mundo? Lo más evidente que parece indicar es que el camino que conduce a través del latín y el álgebra no es el camino hacia el éxito material. Pero puede indicar mucho más: que comprender las cosas es una pérdida de tiempo, que si quieres tener éxito en el mundo, una familia feliz, una bonita casa y un BMW no deberías tratar de comprender las cosas, sino tan solo sumar las cifras o pulsar los botones o hacer cualquier otra cosa que haga la gente de marketing y por la que son tan espléndidamente recompensados.
El caso es que David Truscott y él no se reunieron para tomar la copa prometida y mantener la charla prometida. Si algún atardecer resulta que él se encuentra en la parte delantera del jardín rastrillando hojas a la hora en que David Truscott regresa del trabajo, los dos se saludan como buenos vecinos, agitando la mano o inclinando la cabeza desde el otro lado de la calle, pero eso es todo. El ve un poco más a la señora Truscott, una mujer menuda y pálida que siempre está metiendo prisa a los niños para que suban o bajen del segundo coche pero David no se la ha presentado y él no ha tenido ocasión de hablar con ella. La vía Tokai es una avenida de mucho tráfico, peligrosa para los niños. No hay ninguna buena razón para que los Truscott crucen a su lado o para que él cruce al de ellos.

J.M. COETZEE

ACTIVIDADES:

1. Busca información del autor y la obra. ¿Cuál era el problema de su país? ¿Qué te parece la figura de Mandela? Si has visto Invictus haz un comentario sobre la película.

1. ¿Qué es un desempleado intelectual? ¿crees qué pueden proporcionar algún beneficio a la sociedad?

2. Explica esto con tus palabras: Lo más evidente que parece indicar es que el camino que conduce a través del latín y el álgebra no es el camino hacia el éxito material.

3. ¿Por qué dice el autor lo siguiente: "comprender las cosas es una pérdida de tiempo, que si quieres tener éxito en el mundo, una familia feliz, una bonita casa y un BMW no deberías tratar de comprender las cosas, sino tan solo sumar las cifras o pulsar los botones o hacer cualquier otra cosa que haga la gente de marketing y por la que son tan espléndidamente recompensados"? Estás de acuerdo con él. ¿Puede tener la filosofía algo que ver con este planteamiento?

5. ¿Cuál es el sentido de este fragmento: "La vía Tokai es una avenida de mucho tráfico, peligrosa para los niños. No hay ninguna buena razón para que los Truscott crucen a su lado o para que él cruce al de ellos"

6. Haz una redacción (a favor o en contra) acerca de la importancia de la cultura, de las humanidades en una sociedad como la nuestra. 

martes, 5 de marzo de 2013

FRAGMENTOS TRAICIONADOS XIV: Un texto sobre el absurdo...


La filosofía de Nietzsche es objeto de muchas interpretaciones. Una de ellas, muy fecunda, es la filosofía existencial. Uno de los representantes de dicho movimiento es Albert Camus. Y uno de los textos más significativos, entre otros, es El mito de Sísifo. Ensayo sobre el absurdo (1943). En esta obra expone su “filosofía del absurdo” - “juzgo que la noción de lo absurdo es esencial y puede figurar como la primera de mis verdades” - tema central en toda su obra: el absurdo nace de la confrontación entre la experiencia del mundo y el “deseo desenfrenado de claridad”. Encontrar una salida al absurdo es muy difícil desde la filosofía, es más fácil aferrarse al consuelo y la esperanza que ofrece la religión. Sin embargo, tres consecuencias sacará Camus de lo absurdo: “mi rebelión, mi libertad y mi pasión”. En La peste (1947), por ejemplo, una novela filosófica, la vivencia de lo absurdo llega al máximo bajo la figura del sufrimiento del inocente; la peste es símbolo de la misma vida humana y, en ésta como en aquélla, en cualquier momento puede saltar agazapada la enfermedad fatídica y horrorosa, como el absurdo.
Pero, por ahora, vamos a centrarnos en el siguiente texto.

EL CUENTO ES EL SIGUIENTE.

El mito de Sísifo

Los dioses habían condenado a Sísifo a empujar sin cesar una roca hasta la cima de una montaña, desde donde la piedra volvería a caer por su propio peso. Habían pensado con algún fundamento que no hay castigo más terrible que el trabajo inútil y sin esperanza.
Si se ha de creer a Homero, Sísifo era el más sabio y prudente de los mortales. No obstante, según otra tradición, se inclinaba al oficio de bandido. No veo en ello contradicción. Difieren las opiniones sobre los motivos que le convirtieron en un trabajador inútil en los infiernos. Se le reprocha, ante todo, alguna ligereza con los dioses. Reveló sus secretos. Egina, hija de Asopo, fue raptada por Júpiter. Al padre le asombró esa desaparición y se quejó a Sísifo. Éste, que conocía el rapto, se ofreció a informar sobre él a Asopo con la condición de que diese agua a la ciudadela de Corinto. Prefirió la bendición del agua a los rayos celestes.
Por ello le castigaron enviándole al infierno. Homero nos cuenta también que Sísifo había encadenado a la Muerte. Plutón no pudo soportar el espectáculo de su imperio desierto y silencioso. Envió al dios de la guerra, quien liberó a la Muerte de manos de su vencedor. Se dice también que Sísifo, cuando estaba a punto de morir, quiso imprudentemente poner a prueba el amor de su esposa. le ordenó que arrojara su cuerpo sin sepultura en medio de la plaza pública. Sísifo se encontró en los infiernos y allí irritado por una obediencia tan contraria al amor humano, obtuvo de Plutón el permiso para volver a la tierra con objeto de castigar a su esposa. Pero cuando volvió a ver este mundo, a gustar del agua y el sol, de las piedras cálidas y el mar, ya no quiso volver a la sombra infernal.
Los llamamientos, las iras y las advertencias no sirvieron para nada. Vivió muchos años más ante la curva del golfo, la mar brillante y las sonrisas de la tierra. Fue necesario un decreto de los dioses. Mercurio bajó a la tierra a coger al audaz por la fuerza, le apartó de sus goces y le llevó por la fuerza a los infiernos, donde estaba ya preparada su roca. Se ha comprendido ya que Sísifo es el héroe absurdo. Lo es en tanto por sus pasiones como por su tormento. Su desprecio de los dioses, su odio a la muerte y su apasionamiento por la vida le valieron ese suplicio indecible en el que todo el ser dedica a no acabar nada. Es el precio que hay que pagar por las pasiones de esta tierra. No se nos dice nada sobre Sísifo en los infiernos. Los mitos están hechos para que la imaginación los anime. Con respecto a éste, lo único que se ve es todo el esfuerzo de un cuerpo tenso para levantar la enorme piedra, hacerla rodar y ayudarla a subir una pendiente cien veces recorrida; se ve el rostro crispado, la mejilla pegada a la piedra, la ayuda de un hombro que recibe la masa cubierta de arcilla, de un pie que la calza, la tensión de los brazos, la seguridad enteramente humana de dos manos llenas de tierra. Al final de ese largo esfuerzo, medido por el espacio sin cielo y el tiempo sin profundidad, se alcanza la meta. Sísifo ve entonces como la piedra desciende en algunos instantes hacia ese mundo inferior desde el que habrá de volverla a subir hacia las cimas, y baja de nuevo a la llanura. Sísifo me interesa durante ese regreso, esa pausa. Un rostro que sufre tan cerca de las piedras es ya él mismo piedra.
Veo a ese hombre volver a bajar con paso lento pero igual hacia el tormento cuyo fin no conocerá. Esta hora que es como una respiración y que vuelve tan seguramente como su desdicha, es la hora de la conciencia. En cada uno de los instantes en que abandona las cimas y se hunde poco a poco en las guaridas de los dioses, es superior a su destino. Es más fuerte que su roca. Si este mito es trágico, lo es porque su protagonista tiene conciencia.
¿En qué consistiría, en efecto, su castigo si a cada paso le sostuviera la esperanza de conseguir su propósito? El obrero actual trabaja durante todos los días de su vida en las mismas tareas y ese destino no es menos absurdo.
Pero no es trágico sino en los raros momentos en se hace consciente. Sísifo, proletario de los dioses, impotente y rebelde conoce toda la magnitud de su condición miserable: en ella piensa durante su descenso. La clarividencia que debía constituir su tormento consuma al mismo tiempo su victoria. No hay destino que no venza con el desprecio.
Por lo tanto, si el descenso se hace algunos días con dolor, puede hacerse también con alegría. Esta palabra no está de más. Sigo imaginándome a Sísifo volviendo hacia su roca, y el dolor estaba al comienzo. Cuando las imágenes de la tierra se aferran demasiado fuertemente al recuerdo, cuando el llamamiento de la dicha se hace demasiado apremiante, sucede que la tristeza surge en el corazón del hombre: es la victoria de la roca, la roca misma. La inmensa angustia es demasiado pesada para poderla sobrellevar. Son nuestras noches de Getsemaní.
Sin embargo, las verdades aplastantes perecen al ser reconocidas. Así, Edipo obedece primeramente al destino sin saberlo, pero su tragedia comienza en el momento en que sabe. Pero en el mismo instante, ciego y desesperado, reconoce que el único vínculo que le une al mundo es la mano fresca de una muchacha. Entonces resuena una frase desesperada: «A pesar de tantas pruebas, mi edad avanzada y la grandeza de mi alma me hacen juzgar que todo está bien». El Edipo de Sófocles, como el Kirilov de Dostoievsky, da así la fórmula de la victoria absurda. La sabiduría antigua coincide con el heroísmo moderno. No se descubre lo absurdo sin sentirse tentado a escribir algún manual de la dicha. «¿Cómo? ¿Por caminos tan estrechos...?». Pero no hay más que un mundo. La dicha y lo absurdo son dos hijos de la misma tierra. Son inseparables. Sería un error decir que la dicha nace forzosamente del descubrimiento absurdo. Sucede también que la sensación de lo absurdo nace de la dicha. «Juzgo que todo está bien», dice Edipo, y esta palabra es sagrada. Resuena en el universo y limitado del hombre. Enseña que todo no es ni ha sido agotado. Expulsa de este mundo a un dios que había entrado en él con la insatisfacción y afición a los dolores inútiles. Hace del destino un asunto humano, que debe ser arreglado entre los hombres. Toda la alegría silenciosa de Sísifo consiste en eso. Su destino le pertenece. Su roca es su cosa. Del mismo modo el hombre absurdo, cuando contempla su tormento, hace callar a todos los ídolos.
En el universo vuelto de pronto a su silencio se alzan las mil vocecitas maravillosas de la tierra. Llamamientos inconscientes y secretos, invitaciones de todos los rostros constituyen el reverso necesario y el premio de la victoria. No hay sol sin sombra y es necesario conocer la noche. El hombre absurdo dice que sí y su esfuerzo no terminará nunca. Si hay un destino personal, no hay un destino superior, o, por lo menos no hay más que uno al que juzga fatal y despreciable. Por lo demás, sabe que es dueño de sus días. En ese instante sutil en que el hombre vuelve sobre su vida, como Sísifo vuelve hacia su roca, en ese ligero giro, contempla esa serie de actos desvinculados que se convierten en su destino, creado por él, unido bajo la mirada de su memoria y pronto sellado por su muerte. Así, persuadido del origen enteramente humano de todo lo que es humano, ciego que desea ver y que sabe que la noche no tiene fin, está siempre en marcha. La roca sigue rodando.
Dejo a Sísifo al pie de la montaña. Se vuelve a encontrar siempre su carga. Pero Sísifo enseña la fidelidad superior que niega a los dioses y levanta las rocas. Él también juzga que todo está bien. Este universo en adelante sin amo no le parece estéril ni fútil. Cada uno de los granos de esta piedra, cada trozo mineral de esta montaña llena de oscuridad forma por sí solo un mundo. El esfuerzo mismo para llegar a las cimas basta para llenar un corazón de hombre.
Hay que imaginarse a Sísifo dichoso.


ACTIVIDADES.
  1. Busca información relevante sobre Camus.
  2. Busca información relevante sobre las características principales del existencialismo.
  3. ¿Podemos decir qué el mundo es absurdo? Explica tu posición al respecto.
  4. Explica la siguiente frase del texto: Si este mito es trágico, lo es porque su protagonista tiene conciencia.
  5. ¿De qué dos aspectos puede nacer el absurdo, según Camus?, ¿estás de acuerdo con él?
  6. ¿En qué sentido puedes imaginar a Sísifo dichoso?
  7. Explica la siguiente frase del texto: Este universo en adelante sin amo no le parece estéril ni fútil. Cada uno de los granos de esta piedra, cada trozo mineral de esta montaña llena de oscuridad forma por sí solo un mundo. El esfuerzo mismo para llegar a las cimas basta para llenar un corazón de hombre.

viernes, 15 de febrero de 2013

FRAGMENTOS TRAICIONADOS XIII: Humanitos

 
HUMANITOS.

Darwin nos informó que somos primos de los monos, no de los ángeles. Después supimos que veníamos de la selva africana y que ninguna cigüeña nos había traído desde París. Y no hace muchos nos enteramos de que nuestros genes son casi igualitos a los genes de los ratones.
Ya no sabemos si somos obras maestras de Dios o chistes malos del Diablo. Nosotros, los humanitos:
    los exterminadores de todo,
    los cazadores del prójimo,
    los creadores de la bomba atómica, la bomba de hidrógeno y la bomba de neutrones, que es la más saludable de todas porque liquida a las personas pero deja intactas las cosas,
    los únicos animales que inventan máquinas,
    los únicos que viven al servicio de las máquinas que inventan,
    los únicos que devoran su casa,
    los únicos que envenenan el agua que les da de beber y la tierra que les da de comer,
    los únicos capaces de alquilarse o venderse y de alquilar o vender a sus semejantes,
    los únicos que matan por placer,
    los únicos que torturan,
    los únicos que violan.
Y también
    los únicos que ríen,
    los únicos que sueñan despiertos,
    los que hacen seda de la baba del gusano,
    los que convierten la basura en hermosura,
    los que descubren colores que el arco iris no conoce,
    los que dan nuevas músicas a las voces del mundo
    y crean palabras, para que no sean mudas
    la realidad ni su memoria.


EDUARDO  GALEANO, en ESPEJOS.

ACTIVIDADES.
  
1. Explica científicamente la primera estrofa.
2. Explica esta frase: "Ya no sabemos si somos obras maestras de Dios o chistes malos del Diablo"
3. Elige de la segunda estrofa 5 de las características de los "humanitos" y desarrolla cada una de ellas (5 líneas, como mínimo, por cada característica).
4. ¿Por qué crees que dice que la realidad es muda?, ¿puede tener alguna relación esta consideración del mundo con el darwinismo? 
5. Elige de la tercera estrofa 5 de las características de los "humanitos" y desarrolla cada una de ellas (5 líneas, como mínimo, por cada característica).

martes, 12 de febrero de 2013

FRAGMENTOS TRAICIONADOS XII: Mapa del tiempo

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Mapa del tiempo

Hace unos cuatro mil quinientos de años, año
más, año menos, una estrella emana escupió un planeta,
que actualmente responde al nombre de Tierra.
Hace unos cuatro mil doscientos millones de años, la
primera célula bebió el caldo del mar, y le gustó, y se dupli-
có para tener a quién convidar el trago.
Hace unos cuatro millones y pico de años, la mujer y el
hombre, casi monos todavía, se alzaron sobre sus patas y
se abrazaron, y por primera vez tuvieron la alegría y el pá-
nico de verse, cara a cara, mientras estaban en eso.
Hace unos cuatrocientos cincuenta mil años, la mujer y
el hombre frotaron dos piedras y encendieron el primer
fuego, que los ayudó a pelear contra el miedo y el frío.
Hace unos trescientos mil años, la mujer y el hombre se
dijeron las primeras palabras, y creyeron que podían en-
tenderse.
Y en eso estamos, todavía: queriendo ser dos, muertos
de miedo, muertos de frío, buscando palabras.

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Eduardo Galeano
ACTIVIDADES.

  1. Busca con exactitud lo que se afirma en los dos primeros párrafos y explícalo mediante datos científicos reales (pista: estos datos están en vuestro libro de texto).
  1. Explica desde la antropogénesis el tercer párrafo, es decir, cómo y por qué se produjo ese avance evolutivo. ¿Qué crees que sentirían esas dos criaturas?
  1. ¿Qué afirma Galeano que sirvió al ser humanos para “pelear contra el miedo y el frío”?
  1. ¿Qué papel juega la palabra para Galeano? Ponte en situación y haz el esfuerzo de imaginar qué se dirían por vez primera esa pareja. Explica tu postura.
  1. ¿Qué quiere decir Galeano con el último párrafo?
  1. ¿Crees qué ha servido para algo la evolución, según Galeano? ¿Y para ti?
  1. Intenta un parapensar, un microcuento, un poema visual con uno de los temas filosóficos que se derivan de la evolución.

martes, 5 de febrero de 2013

FRAGMENTOS TRAICIONADOS XI: De Cronopios y Famas


RELOJES

Un fama tenía un reloj de pared y todas las semanas le daba cuerda CON GRAN CUIDADO. Pasó un cronopio y al verlo se puso a reír, fue a su casa e inventó el reloj-alcachofa o alguacil, que de una y otra manera puede y debe decirse.
        El reloj alguacil de este cronopio es un alguacil de la gran especie, sujeto por el tallo a un agujero de la pared. Las innumerables hojas del alguacil marcan la hora presente, y además todas las horas, de modo que el cronopio no hace más que sacarle una hoja y ya sabe una hora. Como las va sacando de izquierda a derecha, siempre la hoja da la hora justa, y cada día el cronopio empieza a sacar una nueva vuelta de hojas. Al llegar al corazón el tiempo no puede ya medirse, y en la infinita rosa violeta del centro el cronopio encuentra un gran contento, entones se la come con aceite, vinagre y sal, y pone otro reloj en el agujero.



J. Cortázar,  
Historia de cronopios y de famas.

ACTIVIDADES.

  1. Busca información relevante del autor, en general, y del libro en particular, nombrando las características de los FAMAS, ESPERANZAS y los CRONOPIOS.
  2. ¿Por qué crees que se rió el cronopio?
  3. Establece las diferencias entre el modo de entender el tiempo que tiene el fama y el cronopio. Para realizar este ejercicio utiliza fragmentos del texto (15 líneas).
  4. ¿Con que concepción del tiempo identificas más a la sociedad?
  5. ¿A cuál de las dos concepciones se parece más la tuya? Inventa o imagina tu propio reloj, ¿cómo sería?
  6. Intenta un parapensar, un microcuento o un poema visual inspirándote en el texto o en las actividades realizadas.

martes, 29 de enero de 2013

FRAGMENTOS TRAICIONADOS X (Pensar la Paz...)

 
2
EL ACUSADO

Otto Adolf Eichmann, hijo de Karl Adolf y Maria Schefferling, detenido en un suburbio de Buenos Aires, la noche del 11 de mayo de 1960, y trasladado en avión, nueve días después, a Jerusalén, compareció ante el tribunal del distrito de Jerusalén el día 11 de abril de 1961, acusado de quince delitos, habiendo cometido, «junto con otras personas», crímenes contra el pueblo judío, crímenes contra la humanidad y crímenes de guerra, durante el período del régimen nazi, y, en especial, durante la Segunda Guerra Mundial. La Ley (de Castigo) de Nazis y Colaboradores Nazis de 1950, de aplicación al caso de Eichmann, establecía que «cualquier persona que haya cometido uno de estos... delitos... puede ser condenada a pena de muerte». Con respecto a todos y cada uno de los delitos imputados, Eichmann se declaró «inocente, en el sentido en que se formula la acusación».
¿En qué sentido se creía culpable, pues? Durante el largo interrogatorio del acusado, según sus propias palabras «el más largo de que se tiene noticia», ni la defensa, ni la acusación, ni ninguno de los tres jueces se preocupó de hacerle tan elemental pregunta. El abogado defensor de Eichmann, el doctor Robert Servatius, de Colonia, cuyos honorarios satisfacía el Estado de Israel (siguiendo el precedente sentado en el juicio de Nuremberg, en el que todos los defensores fueron pagados por el tribunal formado por los estados victoriosos), dio contestación a esta pregunta en el curso de una entrevista periodística: «Eichmann se cree culpable ante Dios, no ante la Ley». Pero el acusado no ratificó esta contestación. Al parecer, el defensor hubiera preferido que su cliente se hubiera declarado inocente, basándose en que según el ordenamiento jurídico nazi ningún delito había cometido, y en que, en realidad, no le acusaban de haber cometido delitos, sino de haber ejecutado «actos de Estado», con referencia a los cuales ningún otro Estado que no fuera el de su nacionalidad tenía jurisdicción, y también en que estaba obligado a obedecer órdenes que se le daban, y que, dicho sea en las palabras empleadas por Servatius, había realizado hechos «que son recompensados con condecoraciones, cuando se consigue la victoria, y conducen a la horca, en el momento de la derrota». (En 1943, Goebbels había dicho: «Pasaremos a la historia como los más grandes estadistas de todos los tiempos, o como los mayores criminales».)
Hallándose fuera de Israel, en una sesión de la Academia Católica de Baviera, dedicada a lo que el Rheinischer Merkur denominó el «delicado problema» de las «posibilidades y los límites de determinar las responsabilidades históricas y políticas, mediante procedimientos jurídicos penales», el abogado Servatius fue todavía más lejos, y declaró que «el único problema jurídico penal que en puridad se daba en el juicio de Eichmann era el de dictar sentencia contra los ciudadanos israelitas le capturaron, lo cual todavía no se ha hecho». Incidentalmente, debemos advertir que esta manifestación mal puede armonizarse con las repetidas y harto difundidas declaraciones de Servatius hechas en Israel, en las que decía que la celebración del juicio debía considerarse como «un triunfo del espíritu», y lo comparaba favorablemente con el juicio de Nuremberg.
Muy distinta fue la actitud de Eichmann. En primer lugar, según él, la acusación de asesinato era injusta: «Ninguna relación tuve con la matanza de judíos. Jamás di muerte a un judío, ni a persona alguna, judía o no. Jamás he matado a un ser humano. Jamás di órdenes de matar a un judío o a una persona no judía. Lo niego rotundamente». Más tarde matizaría esta declaración diciendo: «Sencillamente, no tuve que hacerlo». Pero dejó bien sentado que hubiera matado a su propio padre, si se lo hubieran ordenado. Una y otra vez repitió (ya había dejado constancia de ello en los llamados «documentos Sassen», es decir, en la entrevista celebrada el año 1955, en Argentina, con el periodista holandés Sassen, antiguo miembro de las SS, fugitivo también de la justicia, que, tras la captura de Eichmann, fue publicada por Life, parcialmente, en Estados Unidos y por Stern en Alemania) que tan solo se le podía acusar de «ayudar» a la aniquilación de los judíos, y de «tolerarla», aniquilación que, según declaró en Jerusalén, fue «uno de los mayores crímenes cometidos en la historia de la humanidad». La defensa hizo caso omiso de la teoría de Eichmann, pero la acusación perdió mucho tiempo en intentar, inútilmente, demostrar que Eichmann había matado, con sus propias manos, por lo menos a una persona (un adolescente judío, en Hungría), y todavía dedicó más tiempo, con mejores resultados, a cierta nota que Franz Rademacher, el perito en asuntos judíos del Ministerio de Asuntos Exteriores alemán, había escrito en un documento referente a Yugoslavia, durante una conversación telefónica, cuya nota decía: «Eichmann propone el fusilamiento». Estas palabras eran la única prueba existente de «orden de matar», si es que podía considerarse como tal.
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LOS DEBERES DE UN CIUDADANO CUMPLIDOR DE LA LEY

Sí vemos cómo Eichmann tuvo abundantes oportunidades de sentirse como un nuevo Poncio Pilatos y, a medida que pasaban los meses y pasaban los años, Eichmann superó la necesidad de sentir, en general. Las cosas eran tal como eran, así era la nueva ley común, basada en las órdenes del Führer; cualquier cosa que Eichmann hiciera la hacía, al menos así lo creía, en su condición de ciudadano fiel cumplidor de la ley. Tal como dijo una y otra vez a la policía y al tribunal, él cumplía con su deber; no solo obedecía órdenes, sino que también obedecía la ley. Eichmann presentía vagamente que la distinción entre órdenes y ley podía ser muy importante, pero ni la defensa ni los juzgadores le interrogaron al respecto. Los manidos conceptos de «órdenes superiores» y «actos de Estado» iban y venían constantemente en el aire de la sala de audiencia. Estos fueron los conceptos alrededor de los que giraron los debates sobre estas materias en el juicio de Nuremberg, por la sola razón de que producían la falsa impresión de que lo totalmente carente de precedentes podía juzgarse según unos precedentes y unas normas que los mismos hechos juzgados habían hecho desaparecer. Eichmann, con sus menguadas dotes intelectuales, era ciertamente el último hombre en la sala de justicia de quien cabía esperar que negara la validez de estos conceptos y acuñara conceptos nuevos. Además, como fuere que solamente realizó actos que él consideraba como exigencias de su deber de ciudadano cumplidor de las leyes, y, por otra parte, actuó siempre en cumplimiento de órdenes —tuvo en todo momento buen cuidado de quedar «cubierto»— .
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Durante el interrogatorio policial, cuando Eichmann declaró repentinamente, y con gran énfasis, que siempre había vivido en consonancia con los preceptos morales de Kant, en especial con la definición kantiana del deber, dio un primer indicio de que tenía la vaga noción de que en aquel asunto había algo más que la simple cuestión del soldado que cumple órdenes claramente , tanto en su naturaleza como por la intención con que son dadas. Esta afirmación resultaba simplemente indignante, y también incomprensible, ya que la filosofía moral de Kant está tan estrechamente unida a la facultad humana de juzgar que elimina en absoluto la obediencia ciega.
El policía que interrogó a Eichmann no le pidió explicaciones, pero el juez Raveh, impulsado por la curiosidad o bien por la indignación ante el hecho de que Eichmann se atreviera a invocar a Kant para justificar sus crímenes, decidió interrogar al acusado sobre este punto. Ante la general sorpresa, Eichmann dio una definición aproximadamente correcta del imperativo categórico: «Con mis palabras acerca de Kant quise decir que el principio de mi voluntad debe ser tal que pueda devenir el principio de las leyes generales» (lo cual no es de aplicar al robo y al asesinato, por ejemplo, debido a que el ladrón y el asesino no pueden desear vivir bajo un sistema jurídico que otorgue a los demás el derecho de robarles y asesinarles a ellos). A otras preguntas, Eichmann contestó añadiendo que había leído la Crítica de la razón práctica. Después, explicó que desde el momento en que recibió el encargo de llevar a la práctica la Solución Final, había dejado de vivir en consonancia con los principios kantianos, que se había dado cuenta de ello, y que se había consolado pensando que había dejado de ser «dueño de sus propios actos» y que él no podía «cambiar nada». Lo que Eichmann no explicó a sus jueces fue que, en aquel «período de crímenes legalizados por el Estado», como él mismo lo denominaba, no se había limitado a prescindir de la fórmula kantiana por haber dejado de ser aplicable, sino que la había modificado de manera que dijera: compórtate como si el principio de tus actos fuese el mismo que el de los actos del legislador o el de la ley común. O, según la fórmula del «imperativo categórico del Tercer Reich», debida a Hans Franck, que quizá Eichmann conociera: «Compórtate de tal manera, que si el Führer te viera aprobara tus actos» (Die Technik des Staates, 1942, pp. 15 -16). Kant, desde luego, jamás intentó decir nada parecido. Al contrario, para él, todo hombre se convertía en un legislador desde el instante en que comenzaba a actuar; el hombre, al servirse de su «razón práctica», encontró los principios que y debían ser los principios de la ley. Pero también es cierto que la inconsciente deformación que de la frase hizo Eichmann es lo que este llamaba la versión de Kant «para uso casero del hombre sin importancia». En este uso casero, todo lo que queda del espíritu de Kant es la exigencia de que el hombre haga algo más que obedecer la ley, que vaya más allá del simple deber de obediencia, que identifique su propia voluntad con el principio que hay detrás de la ley, con la fuente de la que surge la ley. En la filosofía de Kant, esta fuente era la razón práctica; en el empleo casero que Eichmann le daba, este principio era la voluntad del Führer. Gran parte de la horrible y trabajosa perfección en la ejecución de la Solución Final —una perfección que por lo general el observador considera como típicamente alemana, o bien como obra característica del perfecto burócrata— se debe a la extraña noción, muy difundida en Alemania, de que cumplir las leyes no significa únicamente obedecerlas, sino actuar como si uno fuera el autor de las leyes que obedece. De ahí la convicción de que es preciso ir más allá del mero cumplimiento del deber.
Sea cual sea la importancia que haya tenido Kant en la formación de la mentalidad del «hombre sin importancia» alemán, no cabe la menor duda de que, en un aspecto, Eichmann siguió verdaderamente los preceptos kantianos: una ley era una ley, y no cabían excepciones. En Jerusalén, Eichmann reconoció haber hecho dos excepciones. Durante aquel período en que cada alemán, de los ochenta millones que formaban la población, tenía su «judío decente», Eichmann prestó ayuda a un primo suyo medio judío y a un matrimonio judío de Viena, en cuyo favor había intercedido su tío. Incluso en Jerusalén, estas desviaciones le hacían sentirse un tanto descontento de sí mismo, y cuando en el curso de las repreguntas le interrogaron al respecto, Eichmann adoptó una actitud de franco arrepentimiento y dijo que había «confesado sus pecados» a sus superiores. Esta impersonal actitud en el cumplimiento de sus asesinos deberes condenó a Eichmann ante sus jueces, mucho más que cualquier otra cosa, lo cual es muy comprensible, pero según él esto era precisamente lo que le justificaba, tal como anteriormente había sido lo que acalló el último eco de la voz de su conciencia. No, no hacía excepciones. Y esto demostraba que siempre había actuado contra sus «inclinaciones», fuesen sentimentales, fuesen interesadas. En todo caso, él siempre cumplió con su deber.
El cumplimiento del «deber» al fin le condujo a una situación claramente conflictiva con las órdenes de sus superiores. Durante el último año de la guerra, más de dos años después de la Conferencia de Wannsee, Eichmann padeció su última crisis de conciencia. A medida que la derrota se aproximaba, Eichmann tuvo que enfrentarse con hombres de su propia organización que pedían insistentemente más y más excepciones, e incluso la interrupción de la Solución Final. Este fue el momento en que abandonó las precauciones y, una vez más, se permitió tener iniciativas; por ejemplo, organizó las marchas a pie de los judíos desde Budapest hasta la frontera austríaca, después de que los bombardeos de los aliados hubieran desbaratado el sistema de transportes. Corría el otoño de 1944, y Eichmann sabía que Himmler había ordenado el desmantelamiento de las instalaciones de exterminio de Auschwitz y que la matanza de judíos iba a terminar. En esta época, Eichmann tuvo una de sus poquísimas entrevistas personales con Himmler, en el curso de la cual se dijo que este gritó a aquel: «Si hasta el presente momento se ha dedicado usted a liquidar judíos, de ahora en adelante y hasta nueva orden se dedicará usted a cuidar judíos, a ser su niñera. Debo recordarle que fui yo, y no el Gruppenführer Müller, ni tampoco usted, quien en 1933 fundó la RSHA. ¡Y aquí soy yo el único que da órdenes!». El único testigo que podía corroborar lo anterior era el muy dudoso Kurt Becher. Eichmann negó que Himmler le hubiera gritado, pero no negó la realidad de la entrevista. Probablemente Himmler no pronunció exactamente las palabras que se le atribuyen, puesto que seguramente sabía que la RSHA fue fundada en 1939, y no en 1933, y no por él sino por Heydrich, con su aprobación. Sin embargo, probablemente ocurrió algo parecido a lo relatado. Himmler, en aquel entonces, daba órdenes a diestro y siniestro en el sentido de que los judíos debían ser bien tratados —eran su más «segura inversión»— y la entrevista debió de constituir una triste experiencia para Eichmann. 

Hannah Arendt
Eichmann en Jerusalén. 
Un estudio acerca de la banalidad del mal

ACTIVIDADES.

  1. Busca información relevante sobre la autora del texto y la obra a la que pertenecen estos fragmentos.
  2. ¿Quién es Eichemann? ¿De qué le acusan?
  3. Explica por qué la acusación de asesinato era injusta, según él.
  4. ¿Se podía sentir como Poncio Pilatos?, ¿te parece normal sentirse así? Fundamenta tu respuesta.
  5.  Busca información sobre la formulaciones del imperativo categórico de Kant. Explica cada uno de ellos. ¿Cómo lo interpreta Eichemann?
  6. Según la autora, ¿cómo podríamos explicar el imperativo categórico?
  7. Haz una redacción reflexionando entre el deber de obedecer y el deber de actuar bien según lo que has leído y aprendido en estas actividades. Incorpora en la respuesta frases del texto, datos sobre la autora o el libro, el imperativo categórico de Kant, etc.
  8. Intenta crear un microrrelato, un parapensar o un Poema Visual a partir de estas actividades. Manda tu propuesta a: filosofia.pintado@gmail.com